agosto 26, 2012

periodistas, jueces





 Dedico esta entrada con todo cariño a mis amigos periodistas. 
Serio. Ustedes saben que yo los quiero mucho.
Lo hago como quien le quita las llaves del carro 
a un amigo embriagado, aunque se empute.




Tengo una hermana que fue mi mejor amiga de infancia, mi cómplice, mi cantante favorita, mi confidente. Con nadie como con ella he reído a carcajada batiente, tan francamente, por cosas tan insignificantes que sólo ella y yo entendemos. Con nadie nunca más reiré tan profundamente. Ni con ella, porque hace muchos años que dejé de hablarle. 
Es que, con el paso del tiempo, adquirió un hábito que me resulta insoportable. Consiste en meter palabras en mi boca que jamás he pronunciado, pensamientos en mi mente que jamás he pensado y hasta intenciones en mi espíritu que jamás me han atravesado. 
Su método es simple. Tiene una única frase lapidaria: 
"Usted DICE que no, pero yo SÉ que sí". 
Y ya: quedo condenada a muerte. 
Nadie como ella puede sacarme la reputa piedra.

 … salvo algunos periodistas, a veces. Y con el mismo método.

Es el caso del aquelarre de María Jimena Duzan, Cecilia Orozco y la otra, la boba, la mariaisabel.

No, pero, ¿qué se creen? Los jueces de la Corte Suprema de Justicia están en todo su derecho de emputarse, yo los comprendo.

Veamos por ejemplo algunas perlas de la Maria Jimena: afirma como único argumento para criticar el primer cambio de los que se ha presentado en la Corte:
"El magistrado ponente de este cambiazo de jurisprudencia fue Fernando Castro, quien de ser defensor de Víctor Carranza, pasó en 2010 a ser magistrado de la Corte Suprema de Justicia en reemplazo de Yesid Ramírez."
dejando en el aire ese profundísimo argumento de que el abogado defensor de criminales es, forzosamente, un criminal. Es su estilo. Ella es capaz de extrapolar con ese hilito hasta llegar a reprocharle a la exfiscal Morales un viaje en avión, seguramente pagado por su marido, abogado de paramilitares, o sea, con dineros del narcoparamilitarismo porque los abogados de los criminales no perciben honorarios, sino que se lucran del crimen.

Queremos jueces especializados en derecho penal pero que sólo hayan defendido monjitas de la caridad. No señora: aún en el caso de que un abogado logre, con argumentos de ley, sacar libre a un criminal, quiere decir que la ley tiene una brecha que hay que rebosar.
En esas estamos, porque  nuestro sistema judicial es frágil.
En el segundo y tercer casos que menciona, también extrapola con la misma ligereza. Estoy segura de que los Magistrados sustentaron sus ponencias con argumentos jurídicos, pero no los conocemos porque la periodista los descartó y prefirió presentar sus infalibles presunciones.
No importa lo que los magistrados DIGAN, ella SABE.


La otra, la Orozco, en realidad sólo la conozco a través de los lamentables cambios que ha sufrido Noticias Uno desde que ella dirige el noticiero.
 Confieso que no leo sus columnas y que me cae gorda porque participó en el matoneo contra la exfiscal Morales, con el peregrino argumento de que a ella el que le caía gordo era el marido de la Fiscal.
Yo no sé la Corte, pero yo sí tengo la convicción de que es estúpida. 
Ella sí que SABE. La prueba es que conoce el método, tantas veces probado en las películas, para encontrar al malo.

El carné de periodista no es patente de corzo. La palabra del periodista no es sagrada. A veces se equivocan, a veces la venden, a veces es difícil distinguir opinión de propaganda. Y a veces acusan, atacan y arruinan inmisericordemente carreras y vidas.
Retractarse ante la equivocación no es de cobardes, todo lo contrario. Pero los periodistas parecen presentar una seria alergia a ese verbo. No sé si lo enseñan en la universidad.


Yo sí creo en el derecho a opinar. Y creo en la importancia de la denuncia. De hecho las práctico permanentemente y les puedo asegurar que me han costado mucho.
Pero sobre todas las cosas, creo en la Constitución, creo en el Sistema de Justicia, creo en la Corte Suprema de Justicia, creo en la Corte Constitucional y en todos y cada uno de los Juzgados Municipales y de Circuito. Creo en la Majestad de la Justicia. Creo, como uno de esos credos que se rezan en las iglesias, por personas que tienen la suerte de la mucha fe.
Creo que un sistema de justicia fuerte es nuestra única posibilidad. Y creo que es nuestra obligación fortalecerlo y protegerlo.



Nuestro sistema de justicia es frágil porque no ha cesado de sufrir ataques feroces desde aquella vez que un tanque de guerra entró por la puerta principal de su templo y la hirió de muerte, mientras los periodistas nos echaban uno de fútbol.  
 Y que no se escuden en la ministra que dio la orden: los periodistas desperdiciaron una excelente oportunidad de desobedecer; y todavía estamos pagando las consecuencias.
Digamos que el periodismo no tiene autoridad moral para asestarle a la maltrecha justicia el botellazo mortal con este linchamiento.

En este caso finalmente no sé quien tenga la razón pero estoy segura de que no es escupiendo injurias como fortaleceremos nuestra justicia. Si hay jueces criminales, deben ser denunciados y la justicia debe seguir su curso. Y nosotros debemos respetarla. Un poquito de ponderación señores periodistas, que la infalibilidad tampoco es de ustedes.

'Venganza criminal', 'el cartel de la toga', 'al servicio del narcoparamilitarismo uribista' y otros panfletos por el estilo es lo que he visto pasar. ¿Los reconocen? Son los argumentos de los buenos.
Y 'No les ajusta la toga'. Qué es eso, don Fidel. Usted no quisiera que alguien le diga una cosa tan horrible de su pluma, sólo porque alguna vez se equivoque.

Los buenos siguen siendo más. Qué miedo.















agosto 19, 2012

tengo un sueño

No se puede comparar el caso de Pilar Hurtado con el de Assange. O, lo que sucede más a menudo, justificar los excesos de los militares con los de los criminales. Un ciudadano que transgrede las leyes es un criminal. Aun cuando –a veces es el caso– esté haciendo lo correcto. Cuando un delincuente comete un delito, está haciendo su trabajo. En cambio, el Estado no puede delinquir. Su deber es hacer respetar la ley y proteger a todos los ciudadanos, incluso a los delincuentes. Porque si el Estado transgrede sus propias leyes entonces en qué quedamos.
El problema es que en Colombia el Estado está lleno de criminales. De los que nunca hacen lo correcto. Las mafias nos han ganado todas las batallas que hemos librado con la esperanza de construir un país mejor; y están incrustada en el poder.  Por eso estamos llevados de san putas. 

Desde este punto de vista, el trabajo de periodistas como Daniel Coronell es peligroso, pero más bien fácil: no es sino poner el dedo en un nombre de funcionario o institución y sale pus. Porque encima de criminales son descarados. Pasan dejando evidencias que a veces son difíciles de ver, pero por lo grandes. 
Estamos dirigidos por tantos criminales y desde hace tanto tiempo, que ellos conforman el Estado legítimamente constituido. El que se nutre de la guerra, la corrupción, la mentira, la estupidez…
Por eso cuando se desenmascara públicamente a un funcionario por sus abusos y sus crímenes, no pasa nada. O en el mejor de los casos, se cae… y es remplazado por otro igual de corrupto, o peor.
O tal vez no. Tal vez alguien pueda relevar el reto de encontrar UN funcionario sin mácula. Pero eso sería como una curita sobre un cáncer.

El país entero es una pústula sangrienta que perdió toda sensibilidad. 
Entre violencia y corrupción, sólo podemos observar impotentes la avalancha de horrores que nos aplasta cotidianamente. Los que aún tenemos capacidad de sorpresa o indignación, no alcanzamos a recoger la carraca que nos tumbó al piso una barbaridad, cuando nos cae la siguiente. Por eso estamos tan maltrechos. Por eso somos una nación enferma. Demente.

Si no, ¿cómo explicar que un informe como el de la periodista Natalia Springer a propósito de los niños reclutados para la guerra, pase prácticamente desapercibido?

Como un alcohólico que aún no admite su problema, no queremos admitir la vergüenza de que la principal actividad económica del país es la guerra y que son nuestros niños los que la libran. No queremos admitir que hemos sacrificado varias generaciones en el altar de la mafia y que –como la del alcohólico–, nuestra situación es cada vez más vergonzosa, más desesperada, más dolorosa.

A esa masacre permanente le hemos dado varios nombres, el último de los cuales, guerra contra las drogas. A los niños y jóvenes que la llevan a cabo también les damos nombres: soldados, paramilitares, guerrilleros, bandas…Y a los desechos que produce esta fábrica infernal, les llamamos bajas, héroes, positivos, resultados: lo que sea para no admitir que son despojos mortales: los cadáveres de nuestros hijos. 
Sin contar los otros residuos: poblaciones desplazadas, abandonadas, espoliadas, humilladas, masacradas…

Los libramos sin resistencia a la deshonrosa gloria de esa puta que llamamos patria. Que no es otra cosa que la mafia que nos gobierna, cuya gloria consiste en arrasar tierra y gentes para beneficio propio. Porque encuentran natural rendirse y rendirnos al poder de los dueños del mundo con la esperanza patética de ganarse una entrada en ese club.

Es cierto que Colombia es una fosa común vergonzante.

No que todos seamos como las mafias que nos gobiernan. Somos muchos los que nos dolemos de este estado de cosas y pasamos denunciando y protestando. 
Nuestro drama es que adolecemos cruelmente de líderes. 
También es cierto que nos los han ido asesinando a medida que han surgido.
Por eso es que estamos claudicando y ya estamos casi muertos.


¿Qué hacer? Yo no tengo ni idea pero sí sé que hoy contamos con herramientas de comunicación poderosas que nos permiten hacer lo mismo que los alcohólicos cuando finalmente admiten su problema:  hablar con sus semejantes para encontrar solidaridad y pistas de solución. 

Son un poco ridículas todas esas mediciones que hacen los medios para establecer liderazgo en la redes sociales, siendo tan fácil: tiene influencia el que tiene influencia y ya. Nosotros sabemos quienes son.  A quién escuchamos. A quién le creemos. Quién comparte nuestras ilusiones, nuestros principios, nuestras expectativas. Hay para todos los gustos. 
Así nos vamos tejiendo.
Yo me uno a quienes se avergüenzan y se indignan ante la injusticia, la iniquidad, la corrupción, la violencia, la mezquindad. Quiero aprender de ellos.

Mi sueño es que a través de ellos, tejiendito, tejiendito, encontremos a nuestros líderes sociales y políticos. Esos que nos llevarán hacia la pacificación

Sólo eso le pediría a mis líderes: Que desarmen las manos y los corazones de nuestros hijos, para que podamos lavar la sangre de nuestras manos y nuestras conciencias. 
Para que podamos emprender nuestro camino de sanación. 
Lo demás seguirá naturalmente. 
Un día a la vez.














regalito: una historia del creador de tuiter